En su peregrinación el Maestro y sus discípulos bajaron de la montaña y caminaron hacia las murallas de la gran ciudad. Ante la puerta había congregada una muchedumbre, cuando se hallaron más cerca vieron un cadalso y los verdugos llevando a rastras hacia el a un individuo muy debilitado por el calabozo y los tormentos. La plebe se agolpaba alrededor del espectáculo, gritando hacían mofa del reo le escupían y esperaban con impaciencia la decapitación.
Los discípulos se preguntaban, ¿quien será y que delitos terribles habrá perpetrado para que deseen su muerte con tanto afán? Aquí no hay nadie que manifieste compasión ni que llore.
Supongo que será un hereje, dijo el Maestro con tristeza.
Siguieron acercándose, y cuando se vieron confundidos con el gentío los discípulos preguntaron a izquierda y derecha quien era y que crímenes había cometido el que en aquellos momentos se arrodillaba frente al tajo.
Es un hereje gritaba la gente muy indignada, ¡inclina su cabeza condenada! ¡Acabemos de una vez! En verdad ese perro quiso enseñarnos que el paraíso tiene solo dos puertas, ¡cuando a todos nosotros nos consta perfectamente que las puertas son doce!
Asombrados, los discípulos se reunieron alrededor del Maestro y le preguntaron.
¿Cómo lo adivinaste, Maestro?
Él mientras echaba de nuevo a andar, dijo en voz baja:
No ha sido difícil, si fuese un asesino un bandolero o cualquier otra especie de criminal, habríamos visto entre las gentes del pueblo pena y compasión. Muchos llorarían y algunos hasta pondrían el grito en el cielo proclamando su inocencia, en cambio al que tiene una creencia diferente se le puede sacrificar y echar su cadáver a los perros sin que el pueblo se inmute.
Con un cuento de solamente 281 palabras, Hermann Hasse, (premio Nobel de literatura en 1946) retrata y desnuda al “Homo sapiens”, y me pregunto, ¿sapiens?