“Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. – Proverbio Hindú.
Hubo una vez un monasterio famoso por sus estrictas reglas, muy pocos jóvenes eran aceptados para convertirse en discípulos.
La exigencia más difícil era un voto de silencio, que solamente les permitía hablar y decir dos palabras cada dos años
Uno de los discípulos más jóvenes logró ser aceptado y se sometió a ese régimen.
Después de pasar sin hablar sus primeros dos años el superior principal se dirigió a él: “ya han pasado dos años, ¿cuáles son las dos palabras que te gustaría decir?
“Cama dura”, dijo el discípulo, “ya veo” respondió el Abad,
Dos años más tarde, volvieron a llamar al discípulo por el maestro, “han pasado dos años más, ¿qué quieres decir?”
“Comida horrible”, dijo el joven.
Ya veo, respondió el maestro.
Pasaron otros dos años y el discípulo volvió a encontrarse con el maestro, quien le preguntó de nuevo, “después de estos seis años, ¿cuáles son las dos palabras que te gustaría decirnos?
“¡Lo dejo!, gritó el discípulo.
El maestro sin inmutarse dijo, “comprendo por qué, desde que llegaste todo lo que haces es quejarte.
Sin llegar a hacer un voto de silencio, valdría la pena preguntarme: ¿Qué tanto me centro en lo “negativo” ?, ¿vivo en una espiral de quejas que me conducen a un victimismo crónico?, ¿logro algo productivo con mis quejas?, ¿de cuantas cosas me quejo a lo largo del día?, ¿tengo temas “fetiches” por los que me quejo continuamente?, ¿mis quejas dan paso a soluciones o me restan energía emocional?