Llegamos a un momento donde la idea de la muerte ya no es una abstracción lejana,
se convierte en una presencia cercana, una parte del paisaje de todos los días.
Entonces se hace frecuente reflexionar sobre nuestra vida, que logramos y que no,
creo debemos mirar hacia atrás con infinita gratitud y asombro, esta conciencia de
nuestra muerte debe permitirnos vivir con tranquilidad, en calma, sin prisa,
reconciliándonos con nosotros y aceptando lo que somos.
Pensar en la muerte es una forma de darle valor a la vida, aceptar sin miedo que
moriremos no debe angustiarnos, sino darnos lucidez para vivir cada día como una
oportunidad de estar presentes disfrutando la inmensa belleza de lo sencillo y simple,
además mientras vivamos con propósito, reinventándonos cada día y convencidos que
lo mejor no ha pasado el miedo jamás llegará.
Vivir activos, física y mentalmente es una de las mejores armas contra los
pensamientos negativos que generan miedo, movernos estimula el cuerpo y despeja la
mente, actividades sociales, altruistas, pasatiempos, aprendizajes nuevos reactivan
circuitos neuronales y emocionales que mantienen viva la curiosidad. Se trata de
habitar el tiempo con dignidad y plenitud. Estar activos no es sólo moverse, es también
mantenerse interesados, conectados y disponibles para la vida.
Pensar con serenidad sobre la muerte, la convierte en una maestra. Nos enseña a
priorizar lo esencial, a olvidar los odios, rencores, envidias, a agradecer por todo lo que
aún está. Nos recuerda que la vida se mide por los momentos significativos no en años,
cada encuentro, cada amanecer, cada risa compartida son expresiones de esa vitalidad
que persiste más allá de las arrugas y las pérdidas. Aceptar la muerte es aceptar la
totalidad de la existencia.
No envejezco esperando mi final, sé y comprendo que mi cuerpo se debilita y se cansa
pero mi alma tiene la capacidad infinita de renovarse y permanecer siempre joven, por
ello pensar en la muerte es liberador y me permitirá vivir disfrutando sin miedo, con
plenitud y entrega hasta mi último día.
Es un hecho que moriremos, ¿debemos prepararnos?, ¿y la mejor manera de
prepararnos para morir no es transitar cada día aprendiendo a vivir un poquito mejor?

 
			 
			