“El fracaso fortifica a los fuertes”. – Antoine de Saint-Exupéry
Hace ya un tiempo que escucho la expresión “generación de cristal”, hoy encontré qué fue la
filósofa española Monserrat Nebrera quien la acuño, utilizándolo como una metáfora para
describir la fragilidad física y emocional de los jóvenes que hoy tienen entre 14 y 30 años.
Una generación que afirma Montserrat carece de autoestima, tiene inseguridad a la hora de
tomar decisiones, nula tolerancia a la crítica y a la frustración ante los objetivos no alcanzados,
tampoco tiene capacidad de resiliencia y todo esto es el resultado de haber sido sobre
protegidos en exceso creciendo rodeados de comodidades, redes sociales e interacción online.
Pero además convencidos de que deben y triunfar es tener dinero.
Si le agregamos que no nos educan para cooperar sino para competir, el perder no está
aceptado por la sociedad donde solo esta permitido ser importante, destacar, triunfar y el lema
que impera es “tanto tienes tanto vales”
Pero ¿No es el fracaso parte de la vida y es normal no lograr todo lo que nos proponemos?, la
vida no es para nada fácil y es normal en ocasiones tener fracasos que nos dejarán un gran
aprendizaje.
Creo que hoy tiene plena vigencia lo dicho en 1975 por Pier Paolo Pasolini, alguien de la
generación de hierro.
“Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota.
En manejarse en ella. En la humanidad que de ella emerge. En construir una identidad
capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a
empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados. En no ser un trepador social,
en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar el primero. Ante este mundo de
ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de gente
importante, que ocupa el poder, que escamotea el presente, ni qué decir el futuro, de
todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del
ganador de lejos prefiero al que pierde. Es un ejercicio que me parece bueno y que me
reconcilia conmigo mismo. Soy un hombre que prefiere perder más que ganar con
maneras injustas y crueles. Grave culpa mía, lo sé. Lo mejor es que tengo la insolencia
de defender esta culpa, y considerarla casi una virtud.”
Esta profunda y sensible reflexión de Pasolini me parece debiéramos tomarla como guía para
nosotros y nuestros hijos.
Bien escribió Eduardo Galeano, “El código moral del fin del milenio no condena la
injusticia sino el fracaso”