Cuando reducimos lo que poseemos y “desintoxicamos” nuestra casa, eso surte un efecto desintoxicarte en nuestro cuerpo.
Cuando escuchamos la palabra toxina pensamos en una sustancia venenosa de origen, como bacterias, vegetales o químicos que pueden dañar nuestro organismo, pero no pensamos en:
1. Artículos que ya no uso.
2. Ropa que no me gusta o que hace mucho tiempo que no uso, que esta desgastada o rota
3. Artículos o equipos dañados
4. Cartas, facturas, recibos, garantías, notas antiguas
5. Plantas muertas o enfermas
6. Recibos, periódicos, revistas antiguas.
7. Zapatos desgastados por el uso
8. Cualquier tipo de cosas inútiles que recuerden el pasado.
9. Los juguetes que ya no usan los hijos, que no funcionan o están rotos
Las razones por las que no nos desprendemos de algo son: apego al pasado o ansiedad por el futuro, al tener desapego pasarán varias cosas: la salud mejorará, crecerá tu creatividad, mejorarán tus relaciones, tendrás mejor capacidad de razonamiento, mejorará tu estado de ánimo.
La mejor manera de elegir que conservar y que desechar es tomar cada objeto con la mano y preguntarte: ¿esto me hace feliz?, si así es consérvalo si no deséchalo, este criterio es el más preciso y sencillo.
La organización efectiva implica sólo dos acciones esenciales: eliminar cosas y decidir dónde guardar las que me quedo, de esas dos eliminar va primero.
Toma tres cajones y clasifica: para donar, para tirar o para vender,
Mientras ordenas observa que cambia en ti, al practicar el desapego con cosas materiales que sólo llenan nuestros espacios, poco a poco haremos lo mismo con cosas verdaderamente trascendentales.
Cuando ponemos orden en casa, ponemos en orden nuestra vida, mente, corazón, asuntos y pasado.