“Las enfermedades no nos llegan de la nada, se desarrollan a partir de pequeños pecados diarios contra la naturaleza. Cuando se hayan acumulado suficientes pecados, las enfermedades aparecerán de repente”. Hipócrates
¿Te sientes enfermo?, seguramente irás a consultar con tu médico, a quien le dirás; que sufres de acidez estomacal y reflujos, o que te agitas y tienes dolor en el pecho cuando corres o subes escaleras, o que tienes estreñimiento crónico, o dolores abdominales, que sufres de migrañas, o que te sientes deprimido y sientes estrés y ansiedad, o que sentiste una bolita en el pecho, o que se te dificulta orinar, o sientes mareos y problemas en la vista, o padeces de insomnio, tu doctor te auscultará, tomará la presión y el pulso, preguntará tú edad, y que enfermedades has padecido y te ordenará que hagas; análisis de orina y sangre así como ultrasonidos, electrocardiogramas, biopsias, resonancias, etc.. después con todos los resultados, puede diagnosticar que tienes diabetes, o hipertensión, o piedras en los riñones, o colesterol y triglicéridos altos, u obstrucción de tus arterias, o alguna de las muchas
enfermedades que conocemos,
¿Tendría razón Hipócrates cuando dijo?; “es mucho más importante saber qué persona tiene la enfermedad, que qué enfermedad tiene la persona”. Si así es, ¿le digo o me pregunta mi doctor? de: mi mal genio persistente, de la tristeza profunda que siento por alguna relación familiar afectada, que soy extremadamente perfeccionista, demasiado crítico hacia los demás y conmigo mismo, cuánto me afecta la crítica ajena, que siempre tengo prisa, que no es extraño que levante calumnias, que destilo veneno por la envidia que me corroe, del pesimismo en que estoy inmerso, que no renuncio a mis miedos o a una simple pena, que soy muy serio y río muy poco, lo egoísta que soy, que mi corazón está cerrado por la agresividad y el rencor, que le tengo miedo a mi jefe o a mi pareja, que mi trabajo no me gusta y siento que me asfixia, que siempre siento mi orgullo herido, que mantengo permanente la decepción por las pérdidas tenidas, que siempre aguanto y nunca levanto la voz para expresar mis legítimas necesidades, que el dinero es mi amo, que mantengo bloqueada la ternura y la afectividad, que soy obsesivo por el trabajo, que no me siento amado, que por miedo al covid no abrazo ni beso a quienes amo, que me duermo y despierto con estrés, que rezo a Dios para mejorar mi salud, pero soy sordo ante los llamado de auxilio de seres humanos cercanos a mi.
La vida nos envía muchos mensajes por conducto de nuestro cuerpo, la enfermedad es uno de tantos, pero tal vez el principal mensaje que nos está mandando es que vivimos sin sentido, nos falta armonía, equilibrio, tranquilidad o amor en nuestra vida.
“Si alguien desea una buena salud, primero debe preguntarse si está listo para eliminar las razones de su enfermedad. Solo entonces es posible ayudarlo”. Hipócrates