Un milenario cuento Chino que nos habla de la honestidad.
Un joven y apuesto príncipe, pensó que era el momento de casarse, pero tenía muchas dudas, ¿debía escogerla por su belleza?, ¿por su dinero?, ¿por su posición social?, ¿por su inteligencia?, pero su máxima preocupación era, que por ser heredero del trono la mayoría de las jóvenes deseaban y soñaban casarse con él, por lo que le sería muy difícil saber de quien estaban enamoradas; ¿de él, de su dinero o de su posición?
Un día, mando llamar a los mensajeros reales y les pidió que recorran el reino, anunciando que toda mujer joven interesada en ser esposa del príncipe se presente en una semana al palacio a primera hora de la mañana.
De todo el reino acudieron muchísimas jóvenes vestidas con sus mejores galas, el consejero real las recibió y les dijo que cada una recibiría diez semillas para que planten y que dentro de seis meses se presentaran de nuevo, el príncipe elegirá para casarse con él y convertirse en princesa a quien trajera la flor más hermosa.
Entre tanta muchacha distinguida estaba una muy linda pero humildemente vestida, era hija de una de las cocineras del palacio, quien emocionada recibió también sus semillas. Las sembró en una maceta, las regó, les canto con dulzura, las protegió del frío, pero de nada sirvieron sus cuidados, las semillas no germinaron.
Pasaron los seis meses y el día señalado el palacio se llenó de muchachas que llegaron a la cita, llevando sus plantas llenas de flores, de todos colores y tamaños, cada una más bella que la otra.
El príncipe bajó y empezó a recorrer los pasillos, pero ninguna flor le interesaba, cuando pasó frente a la hija de la cocinera está sostenía una maceta sin flores y miraba avergonzada el suelo, ¿Qué ha pasado con tus flores? fue la pregunta del príncipe. Señor, no se que responderle, planté mis semillas con mucho amor, y las cuidé con esmero, pero fue inútil, no logré que germinaran, lo siento mucho.
El príncipe sonrió y le dijo, no lo sientas, ¡tú serás mi esposa!.
Todas las presentes empezaron a cuchichear, ¿Cómo que su esposa?, ¡si es la única que no ha traído flores!
Mientras subía las escaleras de la mano con su ya prometida dijo, me di cuenta que la mayor virtud en un ser humano es la honestidad, a todas les dieron semillas estériles, era imposible que germinaran y brotaran flores, la única que ha tenido el valor de presentarse y contar la verdad ha sido esta joven.
Me siento feliz y honrado de comunicarle que será la futura reina.
Así el príncipe encontró. La mujer de sus sueños.