LA GALLINA ROJA Y LA SERPIENTE

En el gallinero las gallinas organizaron una reunión para celebrar el “día del amor y la amistad”, sobraban los abrazos, besos, música alegre, bocadillos, palabras de cariño y buenos deseos reafirmando su amistad.

Un día después, una serpiente mordió a la gallina roja, con el veneno ardiendo en su cuerpo, buscó refugio en su gallinero, pero las demás gallinas prefirieron pedirle que mejor se fuera para que el veneno no se propagara.

La gallina salió cojeando, llorando de dolor. No por la mordida, sino por el abandono y el desprecio de su propia familia y amigos en el momento en que más los necesitaba.

Así que se fue… ardiendo de fiebre, arrastrando una de sus patas, vulnerable a las noches frías, con cada paso una lágrima caía.

Las gallinas en el gallinero la vieron alejarse, observando cómo desaparecía en el horizonte, algunas decían entre sí; “mejor que se vaya no somos expertas y no podemos hacer nada”, “no sabemos cómo manejar el daño del veneno” …. “se me dificulta ver el sufrimiento”, “no sé qué decirle en estos momentos de dolor”, “los polluelos se pueden traumar al ver el sufrimiento de cerca”, “no soy doctora y no puedo hacer nada”, “le mandaré wats diciéndole que espero se mejore”, “que está presente en mis oraciones”, “le mandaré videos motivacionales de youtube”.

Y cuando la gallina finalmente se dejó de ver en el horizonte, todas estaban seguras de que pronto fallecería, respiraron profundo y volvieron a sus quehaceres, algunas de vez en cuando miraban al cielo, esperando ver buitres volando.

Tiempo después, un colibrí llegó al gallinero y anunció: ¡Su hermana está viva! vive en una cueva muy lejos de aquí, se recuperó, pero perdió una pata por la mordida de la serpiente, le cuesta encontrar comida y necesita su ayuda.

Hubo silencio, luego comenzaron las excusas:

– No puedo ir, estoy poniendo huevos…

– No puedo ir, estoy buscando maíz…

– No puedo ir, tengo que cuidar a mis pollitos…

Así, por una u otra razón todas rechazaron la petición. El colibrí regresó a la cueva sin ayuda.

Pasó el tiempo nuevamente y mucho después, el colibrí volvió, pero esta vez con una noticia dolorosa: Su hermana había fallecido… Murió sola en la cueva… No hay quien la entierre ni quien la llore, en ese instante, un peso cayó sobre todas. Un profundo lamento llenó el gallinero.

– Quienes ponían huevos, pararon.

– Quienes buscaban maíz, dejaron las semillas.

– Quienes cuidaban polluelos, los olvidaron por un momento.

El arrepentimiento dolía más que cualquier veneno. ¿Por qué no fuimos antes?, se preguntaban.

Y sin medir la distancia ni el esfuerzo, todas partieron hacia la cueva, llorando y lamentándose, ahora sí tenían un motivo para verla, pero ya era tarde.

Al llegar a la cueva, no encontraron a la gallina… Solo hallaron una carta que decía:

“En la vida, muchas veces las personas no cruzamos la calle para ayudarte cuando estas vivo, pero cruzamos el mundo para enterrarte cuando mueres, y la mayoría de las lágrimas en los funerales no son de dolor, sino de remordimiento y arrepentimiento”

Y el colibrí declamó el poema de Ana María Rabatté

En vida hermano, en vida.

Si deseas hacer felices

a quienes amas, díselos hoy.

Si deseas dar una flor,

no esperes a que se mueran,

mándala hoy con amor.

Si deseas decir te quiero a la gente

de tu casa, al amigo cerca o lejos,

en vida hermano en vida.

No esperes, a que la gente muera

para quererla y hacerla sentir

tu afecto, ¡tú serás feliz, si

aprendes a hacer felices

a los demás!

Nunca visites panteones,

ni llenes también de flores,

llena de amor corazones

en vida hermano en vida.

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